Comprender, desde la izquierda,el ascenso de la derecha para poder combatirla

Los toldos progresistas ven con estupefacción cómo la ultraderecha ha arrebatado su derecho a la rebeldía, a la inconformidad frente al sistema, al deseo de ser agente para alcanzar una sociedad diferente. ¿En qué momento la izquierda dejó de ser rebelde? Aquí revisamos seis perspectivas desde el pensamiento crítico y un Manual de Instrucciones para combatir la ultraderecha.

Ya el fantasma que recorre las calles del mundo no es del comunismo como pregonaban Marx y Engels en 1848. Ahora es el fantasma de la ultraderecha, la más radical e intolerante de todas las derechas. Una ultraderecha que llega al poder en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica por medios democráticos, rodeada de inmenso respaldo popular, una ultraderecha que tiene la capacidad de movilizar rápidamente a sus adeptos para promover cuasi golpes de facto, una ultraderecha, que grita, insulta y vocifera, que defiende a ultranza sus ideales, que miente abiertamente y rebautiza esa mentira como posverdad, que ataca todo lo que huele a movimiento social, a justicia social, a lucha por la igualdad, sea económica, social, de género o de cualquier tipo. Una derecha que se ufana de ser políticamente incorrecta, una derecha que se reinventa para cautivar simpatizantes en las clases medias y populares –quién lo pensara–, una derecha que amenaza con ganar sorpresivamente toda elección en cualquier lugar del mundo postulando candidatos que se proclaman abiertamente como antisistema; en fin, una derecha que ya quisieran muchos de los líderes y movimientos progresistas contar con el respaldo amplio y casi devoto que ostentan los nuevos representantes de ese campo político.

Es necesario analizar este fenómeno para entender qué cambió en el siglo XXI, más específicamente en los últimos diez a quince años, para que seamos testigos de este inusitado ascenso. A quien primero corresponde hacer el análisis es a pensadores de izquierda con la suficiente capacidad crítica y autocrítica, para lograr descifrar este fenómeno. Y estos no se han hecho esperar. Hoy encontramos múltiples análisis que no solo dan cuenta de este, sino que explican las causas más profundas y los caminos a seguir, por parte del progresismo –quizás haya que comenzar por revaluar este vocablo que suena más a lo que quiere combatir: el neoliberalismo, el capitalismo salvaje o como quiera denominarse al modelo económico hegemónico actual– para enfrentar a tan formidable adversario.

Pablo Stefanoni, escritor argentino y colaborador de Le Monde diplomatique Cono Sur, publica recientemente su explicación sobre el asunto: ¿La rebeldía se volvió de derecha?: cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por que la izquierda debería tomarlos en serio). (Siglo veintiuno, 2022). Ignacio Ramonet, exdirector de Le Monde diplomatique España y profuso escritor, analiza la situación desde el fenómeno Trump: La era del conspiracionismo: Trump o, el culto a la mentira y el asalto al Capitolio (Siglo veintiuno, 2022). Enzo Traverso, también otro reconocido intelectual de nuestros días, publica Las nuevas cara de la derecha: ¿Por qué funcionan las propuestas vacías y el discursos enfurecido de los antisistema y cuál es su potencial político real? (Siglo veintiuno, 2021). Le Monde diplomatique Cono Sur acaba de publicar una recopilación de ensayos de brillantes pensadores de izquierda, bajo el sugestivo título: La extrema derecha en América Latina. Allí contribuyen firmas tan reconocidas como Judith Butler, Tariq Ali, Nancy Fraser, Enzo Traverso, Branko Milovic, Rita Segato, Ignacio Ramonet, Pablo Stefanoni, Chantal Mouffe y Wolfgang Streeck (Clave intelectual, 2023). Stefan Forti, presenta Extrema derecha 2.0: Qué es y cómo combatirla. Por último, en esta nota, mencionaremos también a  Nancy Fraser quien presenta ¡Contrahegemonía ya!: por un populismo progresista que enfrente al neoliberalismo (Siglo veintiuno, 2019). En ese sentido esta nota solo pretende ser un abrebocas para que los interesados en el tema puedan profundizar y ampliar su conocimiento con el fin de encontrar herramientas de acción para contrarrestar y evita el ascenso de la ultraderecha en nuestros ámbitos de influencia.

Varias conclusiones se leen transversalmente en estas distintas miradas. En primer lugar, la dificultad de buscar consensos entre las diversas aproximaciones. Judith Butler ve aquí una manifestación de la ideología anti-género, Nancy Fraser, habla de un indicador del capitalismo caníbal, Stefanoni esgrime que los ultraderechistas son los nuevos rebeldes de la sociedad, Enzo Traverso insiste en llamarlo un postfascismo, mientras que Branko Milarovic, niega toda raíz histórica en los fascismos europeos del siglo pasado y explica que se trata de un fenómeno radicalmente diferente propio de nuestra época. En resumen, se trata de un análisis divergente para llegar a comprender un fenómeno tan complejo.

Otra es evidente la distancia que hay entre esta tendencia del siglo veintiuno con los que imperaron en Europa hace poco menos de un siglo. Los fascismos de Mussolini, Hitler, Franco y Salazar se nutrían de un discurso clásico de anticomunismo, corporativismo, nacionalismo a ultranza, racismo y xenofobia. Hoy día surgen múltiples intentos de denominar el fenómeno de la nueva derecha: postfascismo, neofascismo, ultraderecha, derecha extrema. Más allá de etiquetas se trata de un movimiento que se distancia, por su heterogeneidad, de los fascismos clásicos de la primera mitad del siglo XX.

La siguiente es la dificultad de atribuirle a esta ultraderecha el carácter de populista, como sustantivo, no como adjetivo, para diferenciarlo de los movimientos progresistas. Hay demasiados ejemplos de líderes progresistas que ejercen el populismo. Se trata de una particularidad que se traslapa de un lado a otro. Tan populista puede ser Marine Le Pen o Bukele o Milei como lo fue Hugo Chávez en su momento.

Otras de las características transversales es el aprovechamiento máximo, al límite, por parte de la ultraderecha, de las nuevas tecnologías de información: redes sociales, algoritmos, inteligencia artificial, análisis masivo de datos con el fin de convertirlo en insumo para campañas con ataques frontales a los adversarios, que pretenden no solo salir adelante en las elecciones sino destruir la reputación del oponente.

Una conclusión adicional que parece poner de acuerdo a todos los analistas es que esta nueva derecha es un fenómeno global y no simplemente local o puntual, la extrema derecha además se presenta como democracia –a diferencia de los fascismos de los años treinta del siglo pasado–, lo cual de por si es ya una amenaza para una auténtica democracia, pues adicionalmente va permeando las instituciones y comienza a tener mayor peso al invadir todos los rincones de la internet y contamina hasta gangrenar las redes sociales, normalizado de esta manera su discurso e ideología para corroer la democracia desde adentro.

Otra más es que esta ultraderecha alimenta sistemáticamente el odio: a foráneos, inmigrantes, practicantes de religiones, mujeres, comunidad Lgbtiq+, animalistas, ecologistas, en fin a todos aquellos que después de la caída del muro de Berlín y del fin de los grandes metarrelatos del siglo XX, surgieron en busca de identidad y reconocimiento por parte de la sociedad. Esto va acompañado de diversas manifestaciones de supremacismo blanco, no solo en los Estados Unidos y en Europa del Norte, sino también en América Latina donde el supremacismo se esconde dentro de la ideología de clase que considera el mestizaje –principal característica étnica de nuestro continente–, como un fenómeno indeseable. La estigmatización contra líderes como Pedro Castillo en Perú, Gustavo Petro en Colombia, Evo Morales en Bolivia, o Amlo en México da prueba de ello.

Un nuevo glosario ultraderechista

Para entender a la ultraderecha es necesario adentrarse en el amplio glosario que esta ha acuñado, lleno de neologismos, acrónimos y anglicismos. En ese sentido, Stefanoni incluye un muy útil “Glosario para entender a las nuevas derechas”. La pregunta para un lector progresista es ¿Qué tan familiarizado está con esta terminología y, de no estarlo, qué ventajas le da a un adversario político al ignorar su jerga? En el glosario encontramos los siguientes términos: 4chan, Alt-right (derecha alternativa), Corrección política, Cuckservative, Doxing,/Doxxing, Ecofascismo, Gran reemplazo, Homonacionalismo, Ideología de género, Incel, Libertarismo, LOLcat, MAGA, Marxismo cultural, MGTOW, Neorreacción (NFix), Normie, Paleoliberalismno, Rana Pepe, Redneck, SJW, White trash. Al igual que una persona de una generación mayor puede quedar desconcertada ante el vocabulario de un joven menor de veinte años, lo mismo puede suceder a los progresistas que no alcanzar a traducir el discurso del ultraderechista que usa para convencer, intimidar o persuadir a los que lo escuchan o leen. Por dar un solo ejemplo. Red Pill: “En la película The Matrix (1999), el protagonista se vio enfrentado a tener que elegir entre tomar la pastilla azul (y permanecer en la realidad virtual y la ignorancia) o la roja (y ver la realidad desde fuera de la matriz). Por eso, las extremas derechas o la cultura chanera utilizan esta expresión como sinónimo de inconformismo y rebeldía frente al “sistema”.

¿Qué hacer frente al ascenso de la ultraderecha? Manual de Instrucciones

Es la pregunta, al final, que interesa. Tariq Ali, pensador pakistaní que escribe para The Guardian y The New Left Review, dice, hay que volver a lo que el líder laborista inglés Corbyn llama “democracia social radical”, una democracia que recupera lo que se perdió en los años ochenta con Thatcher y Reagan: el estado del bienestar social que era el pivote de las socialdemocracias y que cayó en desprestigio con el triunfo del modelo neoliberal. Un programa radical que reivindique lo que ya existió en países desarrollados: salud pública gratuita, educación superior gratuita, desprivatización de los sistemas de transporte, por solo mencionare algunos.

Por otra parte, el capítulo IV del libro de Forti, Extrema derecha 2.0 contiene un “Manual de instrucciones para combatir la extrema derecha”. En primer lugar, afirma, es necesario estudiarla, dice y cita al líder comunista italiano Palmiro Togliatti: “Para combatir es necesario conocer del enemigo sus fuerzas desplegadas en el campo y también las de reserva acampadas en la retaguardia” Lo mismo pregonaba Gramsci desde los Cuadernos de la cárcel y en sus artículos en Ordine Nuovo y LÚnitá. Si no se conoce un fenómeno es imposible entenderlo, y por consiguiente, combatirlo. Por ello el primer paso imprescindible es estudiar, pues, a la nueva ultraderecha, entender de dónde nació, cómo se organiza, cómo actúa y qué discursos utiliza. Se debe pensar que la nueva derecha es un fenómeno distinto de los fascismos de entreguerras del siglo pasado, si bien no es menos peligrosa que la de aquellos tiempos y puede que tenga rasgos de similitud, pero importante es tener claro que se trata de un fenómeno distinto y radicalmente nuevo.

En segundo lugar, parodiando la frase que le permitió a Clinton ganar las elecciones frente a Bush padre “¡Es la economía, estúpido!”, Forti, dice “¡es un fenómeno global, estúpido!”. Veamos: “Por más todos estos partidos nos parezcan diferentes, «únicos» o incomparables, se trata de una gran «familia» ultraderechista a nivel internacional: si no pensamos a escala global caeríamos, pues, en un craso error. Todas las formaciones de la extrema derecha 2.0 tienen, de hecho, unos mínimos comunes denominadores: el ultranacionalismo, el identitarismo, el soberanismo, un general conservadurismo, la islamofobia, la condena de la inmigración, la toma
de distancia formal de las pasadas experiencias del fascismo y, como mínimo, un exacerbado tacticismo. Esto no significa que no tengan también divergencias, a veces insalvables, en temas como la economía, los valores o la geopolítica. Sus diferencias no impiden, sin embargo, incluirlas en una misma macrocategoría y en una misma familia que dispone de lazos transatlánticos extremadamente estrechos.”

Tercero, nunca venceremos al monstruo si no entendemos las razones para su avance. Ante la pregunta de ¿por qué se ha arraigado la ultraderecha en unos países hasta volverse casi hegemónica? Forti responde: “Evidentemente, cada contexto nacional tiene sus peculiaridades, pero podemos detectar una serie de razones más generales. En primer lugar, las económicas: el aumento de las desigualdades, el debilitamiento del Estado de bienestar, el creciente abandono de amplios sectores de la población que se encuentran en los márgenes de la sociedad o la precarización del trabajo… En síntesis, las consecuencias de la imposición del modelo neoliberal a partir de la década de los ochenta. En segundo lugar, las razones culturales: la centralidad de temáticas -como el aborto, los derechos de las minorías, la inmigración, el matrimonio homosexual, el feminismo, etc.- polarizan nuestras sociedades y rompen a menudo los clivajes políticos tradicionales llegando a producir lo que Norris e Inglehart han definido como cultural backlash, esto es, una reacción cultural de parte de la población. En tercer lugar, las sociopolíticas: la democracia liberal representativa vive una profunda crisis, nuestras sociedades están deshilachadas, los partidos políticos ya no cumplen con la función de correa de transmisión y válvula de escape entre territorios e instituciones, los sindicatos tienen enormes dificultades para adaptarse a una realidad plenamente posfordista y la desconfianza de la ciudadanía sigue en aumento. En cuarto lugar, hay que señalar las razones ideológicas: vivimos una época de crisis de las ideologías que han marcado la época contemporánea. No es que ya no existan la izquierda y la derecha, como gusta decir a los populistas de todo pelaje: lo que pasa es que hay, como apunta Philippe Corcuff, una notable confusión que permite fenómenos morbosos y extraños popurrís ideológicos. Se trata de una crisis sobre todo en Occidente, es más generalizada: una crisis de valores y referentes. A todo esto, se debe añadir que una parte de la población ve con miedo los cambios rápidos que estamos viviendo y pide protección y seguridad. A su manera, la extrema derecha sabe ofrecérselas, dando respuestas sencillas a problemas complejos.

Cuarto: hay que generar una respuesta poliédrica. La razón para el éxito de un Trump o un Bolsonaro se debe a un conjunto de causas que no son excluyentes, al contrario, se suman y se yuxtaponen, y puede que no sean exactamente las mismas en todos los lugares, el contexto siempre importa. Las causas pueden ir desde la perdida masiva de empleos por cierre de fábricas, hasta la llegada masiva de inmigrantes, o el miedo a perder el empleo o el estatus alanzado en la sociedad. Sostiene Forti: “Así que, para vencer o, al menos, debilitar, a la extrema derecha 2.0 tocará afrontar y resolver esos problemas. O, al menos, hay que reconocer que existen. No bastará solo con aumentar los salarios O financiar más la sanidad y la educación pública. Tampoco será suficiente únicamente coser los rotos para remendar nuestras sociedades. Ni será suficiente solo con avanzar en el tema de los derechos civiles o con volver a dar centralidad a la escuela y la cultura. Evidentemente, todas estas son cuestiones cruciales, pero no suficientes por sí solas. Toca afrontar la complejidad del mundo gaseoso en el cual vivimos. Toca elaborar una respuesta poliédrica que tenga en cuenta que, ya que las razones del auge de la extrema derecha son múltiples, también las respuestas deben ser plurales. No hay varitas mágicas o soluciones milagrosas.

Así que no nos engañemos: tampoco basta con actuar en un nivel, sea el institucional, el político, el social, el económico o el cultural. Del pozo o salimos todos conjuntamente o no va a salir ninguno. Hace falta, pues, una estrategia multinivel que aborde diferentes ámbitos. Deben darse unas respuestas eficaces al mismo tiempo en distintos niveles y en el mismo sentido. Como apunta Julia Ebner, hablando más en general del extremismo, «necesitamos un enfoque holístico que considere soluciones a largo plazo, basado en una alianza de sectores y partidos políticos diferentes. Tanto políticos como compañías tecnológicas, trabajadores sociales y sociedad civil». Hace falta tener conciencia de que cada pieza es fundamental. Nada sobra, nada es inútil. Todo suma.”

Quinto. La respuesta de las instituciones y los partidos democráticos. Desde las instituciones, explica Forti, se debe, en primer lugar, evitar la infiltración de la ultraderecha en los aparatos del Estado, empezando por los más sensibles como las fuerzas de seguridad. En segundo lugar, los partidos democráticos tienen que implementar los cordones sanitarios para impedir el ingreso de la extrema derecha en los gobiernos e instituciones. La aplicación de “este cordón sanitario” solo puede ser una estrategia exitosa si es conjunta y coordinada, y carece de sentido si no ola secundan todos los partidos. La izquierda tiene que superar los bloqueos mentarles para llegar a pactos con las derechas clásicas. En tercer lugar, se debe promover la investigación de las conductas antidemocráticas, ilegales o alegales de las formaciones de ultraderecha.

Antes de cerrar, citemos a Nancy Fraser, “Si la izquierda pretende revivir la idea de una clase obrera como fuerza dirigente dentro de un nuevo bloque contrahegemónico, tendremos que concebir esa clase de una manera nueva -interseccionalmente, si se quiere-, de modo que no quede restringida
a los trabajadores fabriles y mineros heterosexuales, varones y de la etnia mayoritaria, y que se extienda a todas las otras ocupaciones –pagas y no pagas- e incluya masivamente a inmigrantes, mujeres y personas de color. Si podemos repensar la clase obrera de esta manera, también podremos entender que tiene la capacidad de convertirse en la fuerza dirigente en un bloque al que también podrán sumarse la juventud, grandes sectores de la clase media y segmentos de la clase profesional y gerencial dispuestos a separarse de los neoliberales. Tendríamos así una poderosa nueva alianza con el potencial de convertirse en un nuevo bloque hegemónico. A mi entender, eso exige que los sindicatos -revitalizados y repensados-, como asimismo los partidos políticos y los movimientos sociales, se comprometan a cumplir un papel fundamental.” 

Para reflexionar

Hay demasiados ejemplos a nuestro alrededor para hacer caso omiso al ascenso y consolidación de las ultraderechas en Latinoamérica y en el mundo. Es un fenómeno global, ya lo hemos visto. Por ello, es urgente que las fuerzas progresistas, los centros de estudio de sindicatos y de organizaciones y movimientos sociales, la universidad pública y los movimientos estudiantiles le dediquen horas de estudio, análisis y debate para entender este fenómeno. De otra manera, estaremos irremediablemente expuestos a la llegada de una ultraderecha a nuestra propia casa. Como decía Brecht en un célebre poema: «Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero, tampoco me importó. Mas tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde.»

*Escritor. Integrante del consejo de redacción de Le Monde diplomatique Colombia. Su nueva novela, Mala conciencia, acaba de ser publicada por Ediciones desde abajo en la colección Cesto en llamas.

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Información adicional

¿Qué hacer frente al ascenso de la ultraderecha?
Autor/a: Philip Potdevin*
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Fuente: Le Monde diplomatique, edición 241 marzo 2024
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