La desaparición de las cosas

La desaparición de las cosas, preocupante situación que nos presenta el filósofo Byung-Chul Han en sus ensayos sobre este inquietante asunto (1). Desaparición o des-realización del mundo y de los asombros sobre el mismo; desaparición de las evocaciones, invocaciones, del palpar sensorialmente los objetos que hacen y construyen nuestra relación vital con la energía de las cosas. Época donde el ritmo y el sonido de éstas se disuelven, se evaporan, se vuelven éter metafísico.

Desde el siglo XX ya Paul Virilio, Jean Baudrillard, Fredric Jameson, Gubern Román y otros teóricos habían vaticinado el triunfo del simulacro virtual tecno-informatico y cibercultural sobre la realidad real, la condición volátil, vaporosa de lo grávido factual, la levedad efímera del Ser y de los entes en la sociedad que todo lo transforma en dato, estadística, mero número. Sociedad algorítmica, vacía y vaciada de realidad concreta, llena de virtualidades que se esfuman veloces, sin gravitación alguna.

De modo que, como en un juego despiadado y terrible, la eficaz tarea de la virtualización social, cotidiana, política, ética, estética, está dando sus frutos siniestros. La avalancha tecno-informativa, pantallizada, de un neoliberalismo depredador, ha logrado sus objetivos: desconectarnos de una realidad cada día más deshumanizada, cada minuto más necrofílica y mortal; proponer e imponer una virtualidad tecnológica que desvirtúe, invente, falsee y exalte sus conquistas y ganancias. Tales son los gobiernos de derecha de última hora; tales las falsas democracias con sus propagandas de libertad política ficticia, falacias que tapan con un dedo los desastres a los que nos han arrastrado y que edifican una realidad paralela que hechiza, entretiene, idiotiza con alegría.

Así, las reflexiones que desde hace unas décadas se realizaron con preocupación sobre los efectos de dicha virtualización sistemática del mundo se hacen hoy por hoy visibles, se palpan en la vida cotidiana. En ese momento apenas se vislumbraba la cabeza del monstruo; ahora lo tenemos completo con todas sus extremidades que abarcan casi la totalidad de nuestra existencia.

Con el ritmo acelerado que ha tomado la virtualización, no es de extrañar que dentro de unas décadas la gracia sensorial –biológica y fisiológica– se evapore y que los ritos creadores de la pulsión estética, como los encuentros mágicos que se producen gracias a la memoria y lo sinestésico se diluyan, quedando casi todo reducido a la levedad de pixeles en frías pantallas, gélidos rayos tecno-digitales informáticos. ¿Dónde quedará entonces lo experimentado sensorial y vitalmente? ¿Dónde la memoria que guarda nuestros registros, palpitaciones y vibraciones del tiempo vivido con las cosas del mundo? En esta segunda década del siglo XXI ya estamos bajo dichas condiciones, sumergidos en las aguas digitales informáticas. Casi la totalidad de lo social se ha vuelto información y digito-cultura. Somos iconoadictos e informáticos. Miniaturización de la coseidad, masificación de la virtualidad.

Virtualización contra Mnemosine

Con la euforia de la virtualización, lo terrígeno, lo firme, lo tubérculo, la historia y la memoria, se vuelven inestables, frágiles, se liquidan. Cambio del concepto de lo temporal. También la memoria se evapora, se vuelve efímera, porque liquida lo experimentado a lo largo de la vida. No asimila las vivencias, las desecha, las tira al botadero, pierde su importancia para el transcurrir de la existencia, para todo aprendizaje y enseñanza. De ahí una preocupante condición: se impone el ostracismo de los recuerdos, de la pulsión creadora de Mnemosine.

De este modo lo analógico cede el paso a lo digital, pero lo cede a regañadientes, empujado a esa región que navega en un océano de ciber-datos. Lo analógico guarda la memoria, la protege y conserva como un antídoto vital contra la muerte y el olvido. Eso hace que sea problemático para el flujo desmemoriado de la velocidad digital, a la cual no le interesa poseer historia, ni guardar recuerdos, sucesos. Lo analógico conserva las cosas, lo digital las difumina y con ello elimina tradición, leyendas, fábulas. Lo analógico todavía nos construye la sensación de una presencia y de un “estar”, de un “sitio”, de un “lugar”. La virtualidad proyecta un simulacro de espacio, una ausencia de lugar real, un “no sitio”, un desapego de la vida-vivida. Con ello se establece que no aboga por asumir con intensidad la existencia, sino con desfachatez, ligereza, en otros términos, con despreocupación. Elimina la intensidad vital, reivindica lo extensivo hiper-informático.

El vínculo, casi visceral, orgánico, pasional y físico con el objeto se pierde en esta des-realización, se desvanece. La carnalidad comienza a desfallecer. No hay furor por ese allí concreto; existe frialdad ante lo allí expuesto como simple estadística sin relato memorístico; sólo queda inmediatez y urgencia, información disfrazada, datos de actualidad, la banalidad triunfante.

Desaparición de la otredad

El problema se presenta en toda su gravedad cuando la alteridad ante lo real se pone en duda, cuando se desaparece al otro como objeto y sujeto, como experiencia. Diluido lo “otro” queda el vacío de lo real, el despojo de la misma multiplicidad social. Entonces el tsunami de lo digital habrá triunfado a costa de imponer sus globalizados y autoritarios espacios. Desapareciendo la alteridad, despojamos al mundo de ser consciente de sus errores, de sus guerras, dolores, mortandades, desastres, maravillas y extraños milagros.

El contacto directo, el toque dialógico con el sonido de las cosas, la relación corpórea, emocional, sensorial son parte de la pulsión creativa y de la transformación de la coseidad en palabra, sueño, misterio, imagen, magia, metáfora, símbolo, epifanía, catarsis, arte, sonoro registro. Hacer hablar las cosas, escuchar su sonoro silencio, saber silenciarse para explorar los misterios, la oculta sonoridad del mundo factual, he allí la fuerza y la energía de lo poético. Sin embargo, la sociedad actual hiper-conectada e hiper-informada no escucha aquello que la gente llama cotidianamente el silencio. La sociedad digital rehúye de la soledad sonora; niega la energía que contiene un simple y suave susurro, ese soplo de aire que son las palabras creando silencios. En vez de ello aúlla, grita, llena su soledad con estruendos y escándalos. No debe quedar ni un momento para escucharse a sí mismo. La soledad creadora se muta por una soledad en red con llenura mediática, con variadas estridencias de ruidosa información superflua.

Inundados por los desechos que lanzamos al botadero –tanto físico, emocional, espiritual y digital– nos hemos convertido en una Babel caótica. Estruendo de estruendos donde todos queremos ser vistos, escuchados, referenciados, aplaudidos, admirados u odiados, no importa. Lo importante es situarse, exponer nuestra intimidad en las vitrinas digitales, hacer bulla, producir ruido, simular alguna personalidad, incluso escandalizar. No hay espacio para realizar una autoconciencia crítica sobre las acciones. Hípercargados y sobresaturados de esta ideología de consumo tecno-digital, el cual individualiza cada vez más a un Yo egoísta y espectacularizado, no se encuentra en ello ni un resquicio, ni un agujero en esta abundancia informática por donde introducir otros saberes, otras inquietudes, la tan necesaria y angustiante duda, ni alguna que otra lúcida pregunta. No, en vez de ello, apresuramiento, aullidos e idiocia, estandarización cultural, ingenuos aplausos al sometimiento.

1. Ver: Han Byung-Chul. No-cosas. Quiebras del mundo de hoy. Bogotá: Taurus, 2021.

2. A principios del siglo XXI también escribí dos ensayos los cuales llevaban la preocupación sobre los impactos y resultados de dichos procesos en el concepto de historia y en la poesía. Uno titulado: “Cibercultura y tecnovirtualización de la historia” Carlos Fajardo Fajardo 2001 Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. Y https://webs.ucm.es/info/especulo/numero18/cibercul.html. Y otro: “La virtualización social del poeta (la poesía en tiempos de exclusión)”. Carlos Fajardo Fajardo 2003. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. https://webs.ucm.es/info/especulo/numero25/exclusio.html

Carlos Fajardo Fajardo

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