El terror a ser exterminados, que signa la historia de las minorías dominantes, desde el apartheid en Sudáfrica hasta el pueblo judío en Medio Oriente, ¿justifica el relato victimista, preludio del ejercicio de la violencia desde el poder?
El excepcionalismo judío es menos excepcional de lo que imaginamos.No somos los judíos el único pueblo que recurre a un relato victimista para justificar nuestra supremacía. A comienzos del siglo XX, los afrikáners sembraron Sudáfrica con monumentos conmemorativos de los campos de concentración en los que los soldados británicos los habían recluido durante la Segunda Guerra de los Boers (1899-1902). Por muy desconocida que sea y por muy anecdótica que nos parezca esta historia en comparación con nuestras persecuciones milenarias, no influenció menos su visión del mundo. Porque los afrikáners se sentían amenazados tanto desde adentro como desde afuera: en su país por los negros, que supuestamente querían su muerte; en el exterior, por el Reino Unido y otros países occidentales, hipócritas impredecibles dispuestos a “dejar hacer”.