Las piedras no abandonan al valle

Desde comienzos de año, el Ejército y los colonos israelíes forzaron el desplazamiento de 50.000 palestinos de Cisjordania. Con violencia, avanzan en una anexión que apunta a la apropiación de tierras agrícolas y a la construcción de nuevas colonias.

Ali M. hurga en las ruinas de una casa destruida durante el invierno de 2024 por las topadoras israelíes para rescatar de allí barras de hierro con las cuales reforzará el corral de sus cabras. El joven pastor es interrumpido por la entrega de agua: una camioneta Citroen desvencijada sobre la cual se tambalea una cisterna gigantesca sube por la calle. Ali recibe al conductor, quien reparte su vida entre su trabajo como profesor de Biología en Jericó y estas entregas, vitales para las familias de la región. Estamos en el pueblo de Al Maleh, en el norte de Cisjordania, en un pequeño valle rocoso que desciende hacia el río Jordán. Más abajo del corral, un lecho de guijarros es el testimonio de la existencia de un arroyo que corría por allí hace veinte años, pero hoy sólo el viento cargado de polvo atraviesa el valle. “Los colonos llegaron en 1967 y empezaron a bombear a partir de 1973, a más de 100 metros de profundidad”, explica Ali. Progresivamente, las cinco fuentes que alimentaban el curso de agua se fueron secando. El abastecimiento por la destartalada camioneta será suficiente para hidratar a los pueblerinos y al ganado, pero desgraciadamente no permitirá regar ni una parcela de tierra.

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Campesinos sin tierra en Cisjordania
Autor/a: Jean-Pierre Séréni*
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