Este mundo fue creado por Dios, quien lo entregó al hombre para que lo administrara, cuidara y fuera su guardián, nos recuerda el Papa Francisco. Sin embargo, el resultado ha sido otro: uno que puede traer desesperanza y pesar por el nivel de destrucción, depredación y marginación producida. En la Encíclica Laudato si’ se señala que las primeras víctimas son los desfavorecidos, las gentes empobrecidas, hechas a un lado, a quienes no se consulta, ni se tiene en cuenta para tomar decisiones que favorecen y enriquecen a sectores minoritarios, pero favorecidos, que son quienes en realidad administran la obra del creador. Entonces, aunque esta tierra la recibimos del Todopoderoso ¿hay unos más capacitados que otros para manejarla, hay unos “elegidos”? Quizá no. Por eso Francisco invita a la reflexión sobre lo que hacemos al mundo y a nosotros, y aclara que no es el primero en hacerlo, pues según él mismo hubo otros papas que ya habían llamado la atención sobre la necesidad vital de defender y cuidar este planeta que es nuestra casa común.
En otras palabras, acerca del deterioro del planeta, ya Juan XXIII, había rechazado la guerra y proponía la paz. Pablo VI hablaba de la problemática ecológica como una crisis. Juan Pablo II advertía que el humano era un ser inmediatista que no percibía el significado del ambiente natural, pero que debía cuidar la vida, tanto la humana como las demás formas en que se manifiesta, puesto que Dios no quiso que fuera degrada o amenazada. Incluso Benedicto XVI recomendaba hacer una revisión de los modelos de desarrollo porque la degradación de la naturaleza afectaba también la convivencia humana. Es más, menciona que otras personas, fuera de la iglesia católica, han aportado al debate (científicos, organizaciones sociales, otras iglesias y comunidades cristianas, entre muchísimas personalidades y personas de diversas áreas del conocimiento).
Para Francisco no se puede pensar en el futuro si no se realiza un cambio: se deben contemplar la crisis ambiental y los excluidos. Asunto que tampoco es sencillo porque las acciones concretas son frustradas por los poderosos y por un desinterés casi generalizado. Así pues, el sumo pontífice invita a tomar “dolorosa consciencia” de lo que le pasa al mundo para convertirlo en un asunto personal. Habla de las pérdidas de vidas que se pueden evitar y que son el fruto de la destrucción y contaminación de ecosistemas enteros, la pésima calidad del aire, las sustancias tóxicas en los suelos, aguas y los residuos de toda clase de industrias y, en el medio, o más bien sepultados por el exterminio están los seres humanos descartados, como basura: los más pobres. A este panorama se agrega que las medidas suelen tomarse cuando los efectos son casi irreversibles.
Sin embargo, el papa no pierde la esperanza, aún confía que ante la pérdida de biodiversidad o el deterioro de la calidad de vida y la degradación social se puede apostar por otro mundo. Por eso alienta a pensar que hasta los humanos que han tocado fondo pueden regenerarse, sobreponerse a la dependencia en el consumismo obsesivo convertido en paradigma. Francisco considera que un cambio en el estilo de vida puede ejercer presión sobre el poder político, económico y social, porque por ejemplo, comprar no solo es un acto económico sino moral, pues somos responsables por lo que ocurre con los desechos derivados de esos objetos: en su fabricación, uso y posterior vida o descarte. Además, plantea que salgamos de nosotros para ir hacia el otro, pues si no damos el valor a los demás, cómo podremos cuidar de lo que nos rodea. Para lograrlo es preciso trascender la preocupación y centrarnos en modificar nuestros comportamientos. Es decir, establecer otras prioridades de preservación y defensa de la vida de ese “sistema natural” entregado por “el creador”, que hemos alterado para convertir en uno cada vez más artificial, lo cual se evidencia en los desastres ambientales que con mayor frecuencia se manifiestan como consecuencia de nuestra mano depredadora.
Ahora bien, aunque el Papa es el máximo jerarca de la iglesia católica, debemos tener en cuenta que quizá la institución que representa ha cambiado poco y sigue manteniendo su esencia conservadora. Francisco o Jorge Mario Bergoglio ha sido, quizá, uno de sus jefes más carismáticos y mediáticos. Probablemente, como cualquier regente se centró en las preocupaciones de la época que le correspondió, y por eso obtuvo una respuesta positiva, incluso de intelectuales y muchas personas más que no necesariamente compartían su credo. No obstante, también expresó mensajes contradictorios o al menos poco coherentes con lo que esperaban muchos fieles sobre cambios sustanciales para una iglesia que se debería adaptar a los tiempos que corren y no al contrario. Por eso, para Francisco es más sencillo en esta encíclica llamar la atención sin dar nombres propios de las naciones y corporaciones que mayor responsabilidad tienen en esta tragedia ambiental. Prefiere usar el “algunos”, el poder económico en abstracto, así sin nombres. Es decir, la solución queda en manos de los feligreses, o en aquellos que tomen en consideración sus palabras que, es cierto se dirigen a un público más amplio. Francisco insiste en que el cambio empiece por nosotros, y le resta responsabilidad a los perpetradores del desastre que fueron señalados en general; quiere inspirar una cofradía que genere cambios: ojalá no sea muy tarde para apostarle a esta utopía.
Como anexo, esta edición de la Encíclica Laudato si’ trae dos discursos: en el primero, de 2014, durante el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Francisco adelanta que está preparando una encíclica sobre la ecología, pero se centra en lo que llama “las tres T”: tierra, entregada al hombre para que la cultivara y custodiara; techo, porque representa al hogar, que a su vez tiene una dimensión comunitaria; y trabajo, la manera de escapar a la pobreza material, y forma de ganarse la vida “con dignidad”. El segundo discurso, de 2015, se refiere a la necesidad de propiciar cambios para superar la aceptación pasiva del estado actual de vida, con limitaciones e injusticias, razón por la que invita a no soportar la exclusión, a cambiar el sistema. Propone que solo en comunidad es posible, porque el sistema está viciado, y como explotados, humillados o excluidos debemos preocuparnos por intentar otras alternativas.
Favián Ortiz Reyes
- En esta reimpresión de tan importante encíclica del Papa Francisco, Ediciones Desde Abajo ha integrado reflexiones del fallecido Papa en las que amplia y/o precisa su visión sobre el medio ambiente y la región amazónica. Son reflexiones y exhortaciones que cada día revalidan su vigencia. La lectura aquí ofrecida permite, por tanto, apreciar la preocupación que por cuidado de la casa común, tenía el Papa sudamericano, aquí validado con su visión del presente y del futuro en su universalismo.
Papa Francisco
Ediciones desdeabajo
180 páginas.