Vida, justicia, libertad

Veintiséis (26) órdenes ejecutivas firmó Donald Trump en su primer día al frente de la presidencia de Estados Unidos. Hasta marzo 10, las mismas redondean el medio centenar. Las hay de todos los tipos e implicaciones, para quienes habitan aquel país, como para el mundo en general. (1).

La forma de su proceder, así como sus propósitos, arrasan con todo, como tsunami, y marcan con total claridad el tipo de gobierno que asumió las riendas de la todavía mayor potencia en el orden internacional.

El oleaje geopolítico, potenciado por las decisiones que con cara de satisfacción e insolencia firma en la Oficina Oval desde donde despacha, golpea el sistema internacional de naciones vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, configurado a la medida del mayor imperio hasta ahora conocido y padecido por la humanidad, y favorecido por su dominó de la geopolítica global por décadas. Ahora que no le sirve a plenitud, pretende que surja uno nuevo. La disputa entre potencias globales y regionales que hoy hace temblar el entablado global, con un desenlace aún impredecible en sus detalles, determinará el futuro que nos aguarda como humanidad.

Que las transformaciones que sufra tal sistema favorezcan los intereses de los Estados Unidos es lo que brota de varias de las órdenes ejecutivas emitidas hasta ahora, las mismas que desnudan la convicción que alienta a las fuerzas económicas, políticas, militares, que hoy dirigen aquel país y que tienen en Trump a su mediático representante y vocero.

Estamos ante una convicción de poder arrollador, de garrote para quien se interponga, seguros los ejecutores de aún poseer el mayor y más potente aparato militar, pero también suficiente capacidad económica y financiera como para hacer guardar silencio a unos, actuar en contra de sus propios intereses a otros, retractarse a no pocos, evidencia de lo cual es el incremento obligado en el gasto militar, aprobado por la Unión Europea ante la decisión imperial de congelar el apoyo financiero hasta ahora entregado de manera ininterrumpida a su peón euroasiático, así como negociar la guerra en curso con Rusia, sin consultarles a sus principales aliados en esa región e, incluso, obligando a aceptarla en aspectos que le son desfavorables al país otrora hermano de Rusia en la extinta URSS. Una decisión que evidencia, al mismo tiempo, la perdida de peso económico y de protagonismo global por parte de la Unión Europea, como la no ocultada decisión de estallar del actual orden mundial, de lo cual quedarán no pocos damnificados. Como también lo es su amenaza de aplicar aranceles de variado porcentaje a diversidad de países, presión con la cual logró que, en tiempo récord, la presidenta de México aceptara movilizar diez mil efectivos del ejército para blindar la frontera común.

Es aquel un despliegue de fuerza y presión por varios conductos, con claro y fétido tufillo de emperador que patea organismos multilaterales, en claro desprecio por la comunidad internacional, evidente al dejar la Organización Mundial de Salud y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, del que ni siquiera es miembro. Al proceder así, reconfirma de manera más que simbólica su decisión de no atarse las manos y continuar haciendo y deshaciendo en cualquier rincón de nuestra sociedad global, sin que por ello le puedan aplicar sanción alguna, al menos con efectos concretos. Panamá y Groenlandia ya están avisados. Es igualmente un desprecio resaltado en la orden que anuncia sanciones contra la Corte Penal Internacional por investigar y tomar decisiones respecto a posibles violadores estadounidenses de la normativa global por crímenes de lesa humanidad, una decisión ampliada también a proteger a sus aliados, como acontece hoy con Benjamín Netanyahu y los crímenes del Estado israelí en su ofensiva militar sobre Gaza y otras ciudades palestinas.

En su proceder alimentado por su convicción de “hacer a América grande de nuevo”, no solo prosigue con la explotación en gran escala de petróleo, vía tracking, sino que la ahonda con la decisión de ser el primer productor mundial, no importa el costo ambiental que ello acarree para el conjunto de la humanidad. Esa convicción está refrendada con su anunciada autorización (17 de marzo) de incrementar la producción de energía, esta vez mediante el uso del “hermoso y limpio carbón […]. Después de años de estar cautivo por extremistas ambientales, lunáticos, radicales y matones” (2). Con esa convicción entre cejas, y para evitar presiones internacionales, retira a su país del Acuerdo de París, en el cual los Estados Unidos habían aceptado reducir entre un 61 y un 66 por ciento sus emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2035. 

Además, entre las órdenes emitidas hasta ahora y que afectan al sistema de Naciones Unidas, está la decisión de excluir a su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para cuyo funcionamiento es uno de sus mayores financiadores. Queda así en vilo una diversidad de investigaciones e iniciativas en un campo esencial para avanzar en calidad de vida.

Estamos, no hay duda de ello, ante una actitud y un proceder inspirados y alimentados también por valores y convicciones retrógradas sobre los derechos de la mujer, como negar el acceso libre al aborto, bajo protección y asistencia estatal, o el derecho humano a la identidad de género, como al libre disfrute de la sexualidad. Tales negativas llegan hasta impedir que se participe en instituciones como las Fuerzas Armadas o equipos deportivos que representen al país a quienes asumen su identidad transgénero y negadas de esta manera a desarrollar a plenitud su decisión de ser y existir.

Es, pues, aquel, el despliegue de un proceder homofóbico y transfóbico que toca al reconocimiento de dos géneros, el masculino y el femenino (la “verdad biológica”, reza la orden en cuestión), desconociendo el resto de las identidades que han ganado posibilidades y respeto en todo tipo de sociedad democrática. Obviamente es este un ataque a lo denominado como “ideología de género”, que busca el regreso, por demás imposible, a los valores tradicionales de la familia, en los que la sexualidad tenga como eje central la procreación, y el desorden que conlleva tal ideología, según los defensores del status quo, sea controlado, un propósito en regla con la pretensión del capital de contar con una población predecible en todos los aspectos, disminuyendo así los costos que conlleva el control social.

Presenciamos en pleno despliegue, no hay duda, un poder y un proyecto sin medias tintas que se extiende a perseguir y cobrar venganza sobre todo aquel funcionario, del orden del sistema judicial y afines, que lo haya investigado con ocasión de sus abusos e intentos de golpe de Estado que lideró a propósito de la pérdida de las elecciones en noviembre de 2020, así como con otras causas judiciales por una de las cuales hoy es un convicto. Es, pues, un actuar que avanza a blindarlo sobre posibles causas penales en curso, al obligar a sus demandantes a que paguen por adelantado una fianza que cubra la totalidad de las costas legales del Gobierno, la cual perderá en su totalidad si el caso fracasa. Se acaba así, con este control de la rama judicial por parte del Ejecutivo, con el mito de la autonomía y el equilibrio de poderes, evidente transformación en marcha desde el momento mismo en que Joe Biden concedió a su hijo, al igual que a toda su familia, inmunidad judicial, seguido de los indultos concedidos por el nuevo inquilino de la Casa Blanca a todos sus seguidores presos por el intento de golpe de Estado de enero de 2021. Queda así arrasado, de igual manera, el mito de la igualdad ante la ley.

De modo que estamos en presencia de grandes retrocesos sociales en aquel país, al ver arrasados los derechos ganados en el curso de años de lucha, ofensiva que también pisotea el derecho a la vida, al restablecer la pena de muerte en todo el Estado, en especial en casos del asesinato de funcionarios policiales o agentes de la ley en general, o crímenes capitales ejecutados por migrantes en situación irregular, pesando sobre ellos, además, la repatriación como yunque que ahoga su humanidad y les obliga, para evitarlo, a vivir escondidos, con posibilidad de ser más explotados en sus trabajos al no poder reclamar en oficina alguna ante casos como bajos salarios, no pago de los mismos, jornadas más ampliadas de labor y otros abusos.

En el marco de la soberbia de Trump, el mundo está ante una ofensiva ultraconservadora, que algunos avizoran como una contrarrevolución que cada día gana más afinidades sociales y eco mediático, que insufla aliento por doquier al avance de fuerzas afines en recortar derechos sociales, ahondar privilegios para una inmensa minoría y que avalan con aplauso mediático por ser “buenos estadistas” a personajes como Javier Milei y su par salvadoreño, por solo mencionar dos ejemplos.

Ese liderazgo de fuerza desgarradora, para ser contenida y derrotada, obliga a dos procederes simultáneos, aunque no necesariamente coordinados por no corresponder a la misma matriz. Por un lado, despegar una iniciativa entre decenas de Estados por la reconfiguración del disminuido sistema de Naciones Unidas, en el cual, por ejemplo, se acaben los privilegios de las potencias por serlo, con voto de censura que la maniatan, procediendo asimismo a replantear las instituciones financieras de carácter multilateral, entre otros tópicos por reconfigurar. 

Sería aquella una alianza inspirada en lo mejor del Movimiento de Países No Alineados, que les facilite a los países del Tercer Mundo y otros tomar distancia de imperios y potencias, en una agenda que no se reduzca a lo político y sí explore, estructure y ponga en marcha unas necesarias dinámicas de colaboración mutua en todos los planos posibles, animados por denunciar y contener el riesgo de guerra que está ganando espacio a lo largo y ancho de diversas coordenadas de nuestro planeta, buscando medidas para ponerle freno al creciente armamentismo en que han entrado algunos países, a la par del militarismo reforzado en presupuestos que arrinconan la inversión social. Es decir, un liderazgo que tapone la vocación de imposición y dominio que Estados Unidos transpira por todos sus poros, orificios ampliados por el actual gobierno, pero perfil también presente en otros Estados que se encuentran marcados por regímenes cada vez más autoritarios.

Se trata de una iniciativa que debe diseñar y poner también en marcha una agenda de solidaridad política, e intercambios económicos y comerciales de índole alternativa, dejando a un lado la compra con divisas y dándole prioridad al intercambio en especie. Es decir, un ejercicio de otras vías para el desarrollo económico que implica como condición sustancial reducir el consumo de todo aquello que ciertamente es innecesario y cuyo único atractivo, potenciado por la inmensa máquina publicitaria que nos ahoga a cada segundo, es la novedad. En fin, transformar usos y consumos, superar la creencia inculcada por el actual sistema de que, para vivir mejor, hay que consumir más –un atentado contra la propia conservación de la vida– debe ser un reto colectivo de la sociedad; un esfuerzo que cruza todo el sistema educativo y la cotidianidad familiar, avanzando así a vivir mejor y con menos.

Por otro lado, les corresponde a los actores alternativos por vida, justicia y libertad, a no dudar en juntar esfuerzos para levantar diques en los que se icen banderas por la defensa de todos los derechos conquistados en, por lo menos, dos siglos largos de batallar contra privilegios de minorías, y en la que también tenga espacio la lucha contra la concentración del poder y el efectivo funcionamiento democrático de las sociedades, con expresiones económicas que reduzcan al mínimo posible la pobreza y la desigualdad social. Porque sin democracia económica no existe democracia política y social: esa debe ser una de sus máximas.

Es claramente este un proceder en favor de la vida, en el cual se cierren filas contra la guerra interimperialista que se está cocinando, así como la puesta en marcha de medidas efectivas para contener el cambio climático, así como otras para garantizar el libre tránsito de personas entre países, con posibilidad efectiva de trabajo pago según costes reconocidos a los nacionales en cada uno de ellos, sin correr el riesgo de ser repatriados o de ser asesinados por motivos de lengua, raza o similares.

Una agenda de esta naturaleza, en el plano de la justicia, debe reclamar la redistribución de la riqueza, concentrada en manos de minorías multimillonarias, millonarias y/o ricas, por medio de justas tasas impositivas, a la par de la redistribución del trabajo, algo imaginado en los años 30 por Keynes (3), quien estimaba que, con el aumento de la productividad, en dos o tres generaciones sería posible una jornada laboral de 15 horas semanales. Redistribuir la riqueza pasa por hacer lo propio con el trabajo, pasando por el fortalecimiento de los bienes comunes a través del crecimiento de los recursos destinados a la producción de servicios colectivos, procederes todos ellos de bienestar general que demandan, en la lucha contra el cambio climático, ponerle límite a la obsolescencia programada, como nítido propósito irrenunciable.

Además, es urgente alimentar un liderazgo de estas proporciones en la lucha por reconstruir el tejido global de ciudades, estableciendo límites a su crecimiento sobre tierras fértiles, propiciando la reubicación de parte de su población en ciudades intermedias, más amables, menos extensas y con menor costo, por tanto, para su funcionamiento. Se requiere en grado sumo explorar la factibilidad de poner en marcha un modelo de “ciudades dentro de las ciudades”, con el cual se rediseñen espacios, vías, viviendas, buscando reducir de manera notable el consumo energético en todos los planos, con el control del uso del carro privado en primer lugar.

Los tiempos que vivimos son de multicrisis global, con liderazgos de estirpe autoritaria cada vez más evidentes y peligrosos para la supervivencia como especie. ¿Quién hubiera imaginado que la humanidad podría volver a vivir en el filo de guerras de amplio espectro, incluso de estallidos nucleares? No actuar contra ello no lo pagará algún país o grupo humano en particular sino nuestra especie en pleno.

1. https://www.theguardian.com/us-news/2025/jan/29/donald-trump-executive-orders-signed-list.

2. https://actualidad.rt.com/actualidad/54.3331-trump-autoriza-produccion-energia-carbon.

3. Keynes, John Maynard, Posibilidades económicas para nuestros nietos. 

4. https://arquitecturacontable.wordpress.com/2016/10/23/posibilidades-economicas-de-nuestros-nietos-j-m-keynes-1930/.

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/search&search=A.%20suscripci%C3%B3n

Información adicional

Editorial
Autor/a: Carlos Gutiérrez Márquez
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Le Monde diplomatique, edición Colombia Nº253, abril 2025
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