Actuar para la clase obrera


A principios de la década de 1930, unos grupos de teatro aficionado practicaron este arte al servicio de la lucha revolucionaria. El Grupo Octubre, con textos vigorizantes e intrépidos firmados por Jacques Prévert, uno de sus pilares, reinventó la “agitprop”. Fue una compañía de leyenda prácticamente olvidada hoy.

“Desconfiad… desconfiad… desconfiad / El capital es duro, astuto, hipócrita…/ Os pasará la mano por el lomo/ Para poneros mejor la soga al cuello” (1). Son palabras de Jacques Prévert. Un Prévert distinto del escritor sentimental al que con frecuencia se le reduce.

En ocasiones, el teatro se despoja de su parafernalia burguesa y se acerca a los espacios frecuentados por el “pueblo”, para hablar a cuanta más gente mejor de la lucha de clases, la revolución, la posibilidad de un futuro mejor (2). Es lo que entre 1932 y 1936 hizo en Francia el Grupo Octubre.

Tras el crac bursátil de 1929, la crisis golpea a toda Europa. Desde 1931, en Francia, las fábricas cierran, los salarios caen, la miseria aumenta, los derechos sociales son inexistentes. Para algunos, el teatro se convierte en un instrumento de lucha. En 1932 abundan las compañías de aficionados. En numerosas ciudades o mediante asociaciones gremiales, los trabajadores se reúnen, ensayan y actúan. Estas compañías, agrupadas en la Federación de Teatro Obrero de Francia (FTOF), nacida en 1931 e impulsada en particular por Léon Moussinac, se ponen al servicio de las organizaciones revolucionarias –el Partido Comunista Francés (PCF) y la Confederación General del Trabajo Unitaria (CGTU)– al entender que su trabajo es un medio de emancipación.

En la FTOF, algunos actores aficionados parisinos del “grupo de choque” Prémices quieren ir más lejos y hacer teatro de “agitprop” (de la contracción de los términos en ruso “agitación” y “propaganda”) representando, allí donde sea posible, textos anclados en la actualidad. Pero necesitan un autor. Moussinac les habla de un “chico muy divertido, que promete y que se llama Jacques Prévert” (3). Prévert tiene 32 años, ha abandonado a los surrealistas de la banda de André Breton y solo ha publicado algunos textos. Pero ha firmado en la revista La Scène Ouvrière un artículo que concluye así: “Para los proletarios no hay teatro. En cuanto se presenta a un obrero o un campesino en un escenario francés, es para ridiculizarlo o para mostrarlo rebelde en el primer acto, más reflexivo en el segundo, más tranquilo y traicionando a su clase en el tercero. No es momento de dormirse, hay que criticar rápido, decir ‘no’. Ahora o nunca: es hora de hacer nuestro propio teatro”. Todos estos jóvenes, los disidentes de Prémices y Jacques Prévert, se citan en abril de 1932. Lazare Fuchsmann, Jean Loubes, Raymond Bussières y Arlette Besset, a partir de una idea de esta última, le encargan un sketch sobre la prensa para las próximas elecciones legislativas. Una semana después, Prévert les entrega el texto solicitado. Vive la presse fustiga los vínculos entre el poder –político, religioso, económico– y los medios de comunicación. La bufonada destila comentarios mordaces y termina con un coro hablado. Los “comanditarios” están encantados, es justo el tono que están buscando. Prévert no quiere ser solo autor: también quiere participar. Trae consigo a compañeros como Marcel Duhamel, futuro fundador de la colección de novela negra Série Noire de la editorial Gallimard, o Paul Grimault, que más tarde firmaría con el poeta la película de animación La Bergère et le Ramoneur. Acaba de nacer un nuevo grupo de teatro. En homenaje a la Revolución rusa de 1917, se bautizan como Grupo Octubre, “para que no haya lugar a dudas”, como dice Bussières.

Vive la presse es representada a partir del 25 de abril en los suburbios parisinos ante obreros de la construcción en huelga. El estilo del Grupo Octubre se consolida. A finales de mayo de 1932, pone en escena un nuevo texto para conmemorar la Comuna de París. Obras cortas, coros hablados, noticias de actualidad, canciones o coreografías; Prévert construye día a día un repertorio para el grupo, y cada cual pone al servicio del proyecto su talento como músico, constructor, modisto o mecanógrafo. Esos textos, aprendidos y ensayados con rapidez, los representarán en patios de escuelas, plazas públicas, fiestas populares y fábricas en huelga, con disfraces y accesorios prestados para la ocasión por amigos que frecuentan los platós de cine; denuncian la guerra, la religión, la indecencia de los poderosos, el fascismo que se consolida. El capitalismo y sus condiciones de trabajo son blancos privilegiados, en sintonía con unos movimientos sociales cada vez más activos. Son muchos los escritos de Prévert que datan de la década de 1930, y resultan más que nunca de actualidad. Basta con cambiar los nombres de los prefectos de policía o de los ministros. Los apellidos de las grandes fortunas a menudo siguen siendo los mismos.

Un ejemplo sin duda sorprendente de la reactividad del Grupo Octubre es el texto Citroën, escrito en marzo de 1933. Tras un despido improcedente en una fábrica de Citroën, ocho mil obreros inician una huelga de solidaridad que durará tres meses. Raymond Bussières, que por entonces trabaja como dibujante en la prefectura de París, está al corriente del asunto. Se pone en contacto con Prévert y este último escribe un texto que ensayan por la tarde; Citroën se representará esa misma noche en uno de los piquetes de huelga. “Un obrero es como un viejo neumático, cuando uno de ellos revienta, no se le oye reventar” (4).

Aunque el Grupo Octubre actúa para la clase obrera, sus miembros proceden en general de entornos artísticos o intelectuales y, a veces, son de extracción burguesa. Pero quieren cambiar el mundo, en particular con el teatro. Crean, charlan y se pelean, pero luchan unidos. Algunos son miembros del PCF, otros son trotskistas y otros anarquistas o seguidores de alguna de esas corrientes. Prévert, aunque se posiciona, no adopta el carné del Partido. Toda su vida se negará a “ajustarse a un molde”.

La popularidad del grupo crece: la FTOF lo elige, junto con Les Blouses Bleues de Bobigny, para que represente a Francia en las Olimpiadas de teatro obrero en Moscú. El 13 de mayo de 1933, los grupos franceses, británicos, neerlandeses y belgas se embarcan en Londres en un barco fletado por la Unión Soviética. Durante cinco días, el Koopératzia navegará al ritmo de los ensayos de cubierta y las fiestas de los camarotes. Para evitar un largo desvío, el barco pasa por el canal de Kiel, en territorio alemán; con su bandera roja, se cruza con barcos alemanes que enarbolan la esvástica. Los estibadores levantan el puño discretamente. Una vez llegado a Rusia, el grupo tiene un apretado programa de representaciones, visitas y encuentros con un guía, el “ojo de Moscú”, que les deja poca libertad de movimiento. Mientras que algunos quedan encantados con lo que ven del sistema soviético, otros, entre ellos Prévert, se muestran más críticos.

Para la gran gala, actúan ante el prestigioso director de escena alemán Erwin Piscator y ante el ruso Konstantín Stanislavski, célebre director de actores y creador del Teatro de Arte de Moscú. Descontento con La Bataille de Fontenoy, una farsa de Prévert en un acto subtitulada Théâtre aux armées que se mofa de todos los belicistas, Josef Stalin abandona la sala. Pero la representación (con Prévert, Yves Allégret y Jean-Paul Dreyfus, más tarde conocido como Le Chanois) es alabada por el público y el Pravda (el periódico oficial del Partido Comunista). Los “octubristas” se negarán a firmar una nota de completa satisfacción con la política de Stalin… Vuelven triunfalmente a Francia, congratulándose por haber obtenido el primer premio –aunque no es del todo cierto ya que no se ha entregado ningún primer premio; pero qué más da, así debería haber sido–.

Sin embargo, es el final de la edad de oro. Se está gestando un cambio. Algunos miembros abandonan, llegan otros nuevos, como Maurice Baquet, y se acercan algunos “profesionales”. Para mantener su libertad, el Grupo Octubre no recibe ninguna ayuda de partidos o sindicatos. Si bien Marcel Duhamel, de familia acomodada, se hace cargo de cierto número de gastos, sigue siendo necesario trabajar. Algunos comienzan a hacerse un nombre en el cine y le dedican cada vez más tiempo, incluido Jacques Prévert.

Tras los disturbios de extrema derecha del 6 de febrero de 1934, varios miembros firman el manifiesto fundacional del Comité de Vigilancia de Intelectuales Antifascistas, A los trabajadores. Hasta julio de 1935, la compañía volverá a estar muy activa, vituperando el fascismo cuyo triunfo en Francia anhelan algunos notables y propietarios, denunciando los beneficios y fastos de la burguesía mientras los “caminantes del hambre” reclaman trabajo y pan, sublevándose ante los llamamientos a la guerra. “Camaradas, nos acostumbramos demasiado a la muerte de los demás […] camaradas, cuidado, también quieren vuestra piel […] estamos vivos, pero ¿por cuánto tiempo? […] Defendeos. Contra el fascismo y la guerra. Todos unidos. Frente Popular”.

Vuelven las intervenciones en la calle y… en los bailes, donde algunos a veces se suben a una mesa durante la pausa de la orquesta para recitar un texto ante la multitud. Mientras algunos actores de la Comédie Française de gira por Italia hacen el saludo fascista, en junio de 1935, invitado por el Gobierno comunista de Saint-Cyr-l’École, que organiza una “fiesta bretona”, el Grupo Octubre ofrece un gran desfile de carnaval titulado Suivez le druide, revue bretonne. La prensa conservadora hablará de una odiosa mascarada de delincuentes. Sin duda, pasar frente a la escuela militar blandiendo pancartas que recuerdan que en esa ciudad “gobiernan los trabajadores” no es algo del gusto de todo el mundo. En julio, Roger Blin, Jean-Louis Barrault y los hermanos Mouloudji se unen a la compañía. Pero el Grupo Octubre, cansado, hará una nueva pausa, que durará hasta mayo de 1936, cuando la coalición de fuerzas de izquierda llegue al poder. La compañía contribuye al alborozo popular actuando en las fábricas y comercios en huelga. El 1 de julio se organiza una velada en la jovencísima Maison de la Mutualité: será la última.

Las diferencias se agudizan. Los límites del Frente Popular, la pertinencia de ir a luchar a España, donde la sublevación militar de julio de 1936 contra el Gobierno republicano desemboca en guerra civil, la mano que el PCF tiende a los católicos… son solo algunas de las cuestiones objeto de discrepancia. El grupo se separa antes de enfadarse, para “intentar ser felices, aunque solo sea para dar ejemplo”, como escribirá Prévert más tarde, en Spectacle.

Poco queda del Grupo Octubre por lo que se refiere al gran público, pero su acción, aunque obviamente no es recuperable como tal, tiene una fuerza resueltamente incitativa. Porque “la vida todavía no es tan de color de rosa ni tampoco tricolor. La vida es roja, como la sangre que corre por vuestras venas. Es vuestra vida viva, la vida de los trabajadores vivos. Defendedla contra la muerte, contra el mundo de los muertos. El mundo de los tristes y de los amargados”.

(1) El conjunto de textos citados de Jacques Prévert provienen de Jacques Prévert, Octobre. Sketches et chœurs parlés pour le Groupe Octobre 1932-1936, textos reunidos y comentados por André Heinrich, Gallimard, París, 2007.
(2) Cf. Olivier Neveux, Théâtres en lutte. Le théâtre militant en France des années 1960 à nos jours, La Découverte, París, 2007.
(3) Michel Fauré, Le Groupe Octobre, Éditions Christian Bourgois, París, 1977.
(4) Para ver y escuchar a Prévert recitar Citroën, https://youtube.com/ watch?v=p63vCZeSNTQ
Nicolas Beauvillain
Corresponsable artístico de la compañía La Chaloupe (Niort), director de escena del espectáculo Octobre.

Información adicional

Teatro
Autor/a: Nicolas Beauvillain
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Fuente: Le Monde diplomatique
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