La credibilidad de los loros

La credibilidad de los loros

 

Cualquiera puede decir y escribir cualquier cosa. En particular, sobre Estados Unidos. En menos de seis meses, este país acaba de pasar del estatuto de fénix renacido (reactivación económica, independencia energética, dominación de las multinacionales de la informática, resurrección de la industria automotriz) al de imperio en decadencia, debilitado por el comportamiento veleidoso de su presidente (1).

Actualmente, disertar sobre el tema de la impotencia estadounidense se ha vuelto una pequeña industria. En efecto, en el caso de Siria, el presidente Barack Obama habría dañado la confianza de su país al no lanzar, tal como lo esperaban apasionadamente París y algunos geniales estrategas (véase “Una jugada diplomática desastrosa”, pág. 26), una nueva operación militar contra un Estado árabe (2). El término elegido por todos los loros es “credibilidad”.

 

Un argumento obsoleto

 

Veamos entonces… La guerra de Vietnam fue decidida por John Kennedy y Lyndon Johnson con el pretexto de impedir la caída de un “dominó” más en la escarcela comunista, soviética o china. Para Estados Unidos, se trataba entonces de una cuestión de credibilidad. Dos millones de indochinos murieron. Cuatro años después de la derrota de Washington, Pekín y Hanoi se enfrentaban militarmente…

Urdida por George W. Bush, la guerra de Irak debía castigar a un régimen acusado de pertenecer, como Irán y Corea del Norte, al “eje del mal”. Para Estados Unidos, se trataba entonces de una cuestión de credibilidad. Hoy Irak está destruido y el poder instalado en Bagdad por los soldados estadounidenses nunca estuvo tan cerca de Teherán.

“No estoy en contra de todas las guerras, pero me opongo a una guerra estúpida”, explicaba en octubre de 2002 un joven senador llamado Barack Obama, hostil a la aventura iraquí de su país. Electo presidente, intensificó sin embargo una “guerra estúpida” en Afganistán antes de tener que batirse en retirada.

 

En el caso de Siria, los belicistas le pidieron que se controlara. Debía al mismo tiempo violar el derecho internacional recurriendo a la fuerza sin autorización del Consejo de Seguridad; ignorar la opinión del Congreso; luego, una vez que la Casa Blanca la solicitara, pasarla por alto en caso de que le fuera adversa; finalmente, lanzar una operación con el apoyo de un número de aliados infinitamente más reducido que la “coalición de voluntarios” de Bush en 2003. Es más, el presidente de Estados Unidos estaba obligado a emprender esta aventura contra la voluntad de la mayoría de sus conciudadanos, algunos de los cuales temen que el ejército estadounidense se convierta en Siria en la “aviación de Al-Qaeda” (3).

Obama dudó. Parece haber concluido luego que su credibilidad sobreviviría sin esfuerzo a la negativa de emprender una nueva “guerra estúpida” en Medio Oriente.

 

1 Véase “Malaise à Washington. En 1952, déjà”, Le Monde diplomatique, París, noviembre de 2008. En “Estados Unidos atrapado por el policentrismo” (El Atlas IV, Le Monde diplomatique/Capital Intelectual, Buenos Aires, 2012), Benoît Bréville analiza el carácter repetitivo del tema de la decadencia estadounidense.
2 Véase también Mathias Reymond, “Conflit en Syrie: les éditocrates s’habillent en kaki”, Acrimed, 23-9-13 (www.acrimed.org).
3 Según la expresión del ex diputado de izquierda de Ohio, Dennis Kucinich.

*Director de Le Monde diplomatique.

Traducción: Gustavo Recalde

 

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