Escrito por Luis Humberto Hernández
Fernando Maldonado, En el camino, óleo sobre lino, 130 x 195 cm. (Cortesía del autor)
Una cronología de los sucesos políticos acaecidos desde 1970 en el mundo, que tienen en su centro al petróleo y al conflicto entre potencias, nos sirven para comprender el actual momento que atraviesa el planeta, al tiempo que prospectar sus posibles escenarios en medio de la pandemia del covi-19 que, al igual que la peste del siglo XIV en Europa, gatilla la transformación de sus instituciones.
El 15 de agosto de 1971 el presidente norteamericano Richard Nixon abandona el denominado patrón oro, llevando a su final al sistema Bretton Woods que había funcionado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En los acuerdos se establecía al dólar estadounidense como la moneda de reserva y referencia internacional, lo que le permite establecer los precios de bienes comerciados en el mercado global tales como el petróleo y el oro y, a los Estados Unidos, el país emisor, la compra de productos a unas tasas marginalmente más baratas que otras naciones que tienen que cambiar sus monedas con cada compra, incurriendo en unos costes de transacción a favor de aquella; también le permite a su gobierno, la emisión de moneda para endeudarse a una mejor tasa, pues cuenta con un mercado mayor que las monedas de los otros países.
Una situación en sus causas y consecuencias lustrada de manera lapidaria por el presidente francés Charles de Gualle en 1965: “El hecho de que muchos países, acepten como principio que los dólares sean tan buenos como el oro, conduce a los estadounidenses a endeudarse de forma gratuita a expensas de otros países. Porque lo que EE.UU. debe, lo paga, al menos en parte, con un dinero que solo ellos pueden emitir”.
En 1935 se estableció la equivalencia del dólar con el oro en una relación de 35 USD por onza troy, que se mantendría hasta 1971 cuando la decisión de Nixon lo desvincula definitivamente del patrón oro, convirtiendo de facto la divisa en una moneda Fíat, es decir, que existe por decreto, por orden de la autoridad que gobierna, que no se puede cambiar por oro o plata, en fin, que no tiene un respaldo. Esta modalidad de crear dinero llevó al mundo a llenarse de papel moneda fiduciaria (sin respaldo), así, cada vez que se presenta un problema económico lo resuelven poniendo las imprentas a producir más billetes proveniente de la nada.
A partir de ese momento comenzó a operar el sistema de flotación, basado exclusivamente en el factor “confianza” en el dólar, moneda devaluada en un 8 por ciento en relación con el oro en diciembre de 1971, y vuelta a devaluar en 1973.
La quiebra del sistema acordado en Bretton Woods se produjo fruto de la Guerra de Vietnam, cuando Estados Unidos imprimía y enviaba al exterior miles de millones de dólares para financiarla, unido al primer déficit comercial que presentan en 1971 y que llevó a imponer un arancel temporal de 10 por ciento, forzando a los países a revalorizar su moneda. Como consecuencia, las principales potencias económicas comenzaron a abandonar el patrón oro, y la economía mundial pasó a regirse por un sistema de tipos cambiarios fluctuantes.
El 27 de enero de 1973, delegados del Vietnam del sur y de Vietnam del norte, firmaron con los Estados Unidos los denominados Acuerdos de Paz de París, que marcan el retiro definitivo del país invasor del conflicto, el mismo que implicó la muerte de cerca de 2 millones de civiles vietnamitas, más de 1 millón de soldados y oficiales de las fuerzas norvietnamitas, unos 250.000 survietnamitas y unos 58.000 militares estadounidenses, una guerra que además le significó un gasto de 738.000 millones de dólares a los Estados Unidos.
Guerra que, junto a la invasión frustrada a Cuba en Bahía Cochinos en abril de 1961, marca el inicio del fracaso de las intervenciones de Estados Unidos en el mundo, pasando luego por Irak (2003), Libia (2011) y Siria (2018), y refrendada por el reciente y vergonzoso retiro de Afganistán en agosto de 2021.
En octubre de 1973 se da la denominada cuarta guerra árabe-israelí, acompañada por un embargo petrolero por parte de la Opep (Organización de países exportadores de Petróleo), presidida por los países árabes, lo que trae como consecuencia el aumento de los precios del petróleo, la reducción de la actividad económica en los países industrializados, el alza de los precios y, posteriormente, un efecto inflacionista de la economía a nivel mundial, el dominio del dólar como patrón monetario internacional, la globalización del capital financiero en cabeza de las transnacionales, la corporativización de la gestión pública, la clausura del modelo keynesiano y de la edad de oro de la economía capitalista, la implementación del mentado modelo neoliberal y, con el nuevo siglo XXI, el inicio del declive de la hegemonía norteamericana.
Se concreta de esta manera una transformación del contexto económico global, precedida por la retirada, a finales de 1971, de Gran Bretaña y sus protección militar del Golfo Pérsico, que en medio de la Guerra Fría generaba un desequilibrio de poder a favor de la Unión Soviética, y lleva a la intervención franca de los Estados Unidos apoyando a Israel, e interviniendo en los asuntos de los países árabes y petroleros como Egipto, Arabia, Irak, Kuwait, Siria e Irán, paìs este último donde el Shah Reza Palhevi quería jugar el papel de gendarme en la zona, para lo cual necesitaba de la ayuda militar norteamericana, pagable con la renta petrolera que, a su vez, requería de mejores precios del crudo.
Petrodolarización
Para ese momento, debido a los niveles de precios de producción y venta, el mercado petrolero era excelente para los países consumidores y adverso para los propietarios del recurso y las empresas productoras. Los países demandantes y consumidores, y sus gobiernos, al tiempo que ponían las condiciones del negocio se beneficiaban fiscalmente con los impuestos impuestos a sus ciudadanos consumidores de los derivados.
Por su parte, los países dueños del recurso y las empresas productoras, a raíz de los bajos precios del recurso (1.26 USD/barril en 1970) se sienten desfavorecidos y provocados a un alza de precios que les aumente la tasa de beneficios. Los dueños del petróleo, además, se encuentran atados a los términos contractuales firmados bajo la figura de las concesiones, sumado a la desunión sobre la fijación de precios, y el hecho que solo podían gravar con impuestos al excedente del productor obtenido dentro de sus propias fronteras, sin poder hacer nada con el excedente del consumidor que era mayor.
Situación de precios bajos sostenida en el hecho que las compañías que buscaban eliminar al carbón del mercado energético, aumentando la cuota del petróleo, mantenían una política de bajos precios que implicaba una baja de sus beneficios y de los impuestos pagados a los gobiernos productores. Esa situación impele alternativas para los países productores, sobre todo a los asociados en la Opep, que contemplaban la venta de más petróleo, la elevación de los niveles impositivos por diversas vías y, la revisión o cancelación de las concesiones con cambios claves en los impuestos y el control, materializanado esta úlitma medida por medio de dos versiones: una moderada, comprando de forma gradual hasta un 51 por ciento, y otra radical, que suponía la estatización o nacionalización. De ahí que el estallido de la guerra esté acompañado de la revisión de los acuerdos vigentes y con ello un giro de la economía política petrolera mundial. La guerra gatilla su despliegue.
Al ser objetivo del conflicto las terminales petroleras de Siria, Líbano e Irak, las compañías suspenden las operaciones y se reducen los suministros de Occidente en un 8 por ciento; situación complementada por la solidaridad entre los países árabes petroleros (la Opaep) quienes recortan la producción hasta en un 5 por ciento, que junto a recortes de otros países llegó a una reducción del 25 por ciento, derivando todo ello, por un lado en el incremento de los precios y, por otro, a que los gobiernos de los países productores tomen la inicitativa frente a los precios de su materia prima, que ahora pasan a fijar su referencia, base para el cálculo de los impuestos. De esta manera, entre octubre de 1973 y enero de 1974, los precios de referencia se multiplicaron por cuatro o por ocho, si se comparan con los del 1 de enero de 1973. Por ese medio, la Opep obtuvo excedentes equivalentes entonces a la mitad del total mundial de las reservas monetarias oficiales.
Esa alza de precios que entre 1973-1979 alcanza en algunos casos US$ 45 el barril, obliga a los Estados Unidos a multiplicar la emisión de dólares, más de doce veces en una década (1), fenómeno conocido como la Petrodolarización de la economía, que son depositados en el sistema financiero internacional, y se constituye en el efecto más significativo de las crisis petroleras acaecidas entre 1970 y 1990.
Tantos dólares no se quedan encriptados en las bóvedas de los bancos, enlazados con las grandes petroleras, sino que sirven para que los diez mayores bancos de los EE. UU, presten en los años siguientes, sólo a América Latina, más del 100 por ciento de sus activos. Los dos mayores conocidos, el City Bank y el Chase Manhattan Bank, de los Rockefeller (propietarios de la Exxon, la multinacional petrolera más grande del mundo), le prestan cada uno a Latinoamérica más del doble de sus activos; en un ambiente financiero en donde, un desembolso, que antes de 1979 requería de cinco años, ahora puede lograrse en menos de dos. Una transformación vivida en el marco de una organización global de los prestamistas, que se vinculan en forma de sindicatos bancarios, a través de la figura oligopólica, y del desarrollo del mercado interbancario, como si se trata de un “acreedor colectivo” (2), constituyéndose de esa manera la financiarización del sistema.
Buena parte del auge financiero se convierte, para los gobiernos de los países latinoamericanos endeudados, en fuente de especulación, evasión y/o fuga de capitales invertidos en edificios de apartamentos en Miami, bancos suizos, etcétera, una feria prestamista que da origen a la crisis de la deuda de los años ochenta, al declarar, inicialmente Polonia (1980-81), seguida por Argentina, México y Brasil (1982), su incapacidad para responder por los créditos adquiridos. Un contexto que propicia en estos países la implementación de la política reaganiana de privatización de los activos estatales, en el marco del denominado modelo Neoliberal y del Consenso de Washington.
Situación actual y prospectiva
El anuncio en el 2016 por parte del Reino Unido de su salida de la Unión Europea –conocida popularmente como Brexit–, la elección en el 2017 de Donald John Trump como presidente de los EE.UU., y en 2019 de Jair Mesías Bolsonaro en Brasil –encarnación del renacimiento en diversos países de organizaciones ultranacionalistas de características fascistas, que además promueven la implementación de políticas de corte proteccionista y nacionalistas– encarnan la crítica a la políticas neoliberales que en la década de los ochenta del siglo pasado la primera ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990) y el presidente norteamericano Ronald Reagan (1981-1989) promocionaron bajo el lema: “Del menor Estado posible para dar la mayor libertad posible para los mercados”, rompiendo así con Estado de bienestar o keynesiano, ya agotado como modelo de acumulación.
De esta manera toma forma la liberalización del comercio, la reducción del intervencionismo estatal, y la constitución, entre otros, de un mundo interconectado a nivel de mercados, sociedades y cultura, políticas ejecutadas desde los Estados por gerentes empresariales. Ejecutivos gubernamentales que se van a valer del poder político para parasitarlo por la vía de los subsidios estatales, las privatizaciones, y el manejo de las pensiones, entre otros; y que por la imposición de los impuestos indirectos –“iguales para todos”–, a su vez lo reduce a un Estado parásito de los estratos mayoritarios –que son los más pobres de la sociedad–. Aspectos que en su conjunto nos resultan no solo paradójicos sino irónicos, y dan cuenta del marco controversial en el que se dinamizan en la actualidad los asuntos de la seguridad y defensa del mundo.
Los efectos de esta reversión se concretan, en lo inmediato, en la crisis financiera del 2015, y en la negociación petrolera de Unocal del 2005, su expresión mediata. La primera deja al desnudo los pies de barro sobre los que sostienen el sistema financiero internacional, que tiene en su base al dólar; y la segunda, el jaque o disputa por parte de China a la política petrolera norteamericana.
Agosto 19 de 2021
1. Frank, André Gunder, El desafío de la crisis, Madrid, Lapala, 1988.
2. Aschentrupp, H. , “El manejo de la crisis de endeudamiento externo de América Latina en la década de los ochenta”, Revista latinoamericana de economía, Problemas del desarrollo, XVIII, N° 70, I.D. UNAM, Ed., 24 de octubre de 1987, pp.125-153.