Diálogo en La Puerta Falsa

Palabras de amor, palabras de paz

No sé cuál será el destino de mi vida

Pero quisiera que a lo largo del camino estuvieras tú

Gracias por quererme, aunque no, lo digas

Tus ojos hablan en su luz. Mientras tú me sigas necesitando

Mis oídos no escucharan más que tu voz

Todo lo que soy, todo te lo doy

Y ojalá me necesites tanto como yo

Y si cometo algún error te pido que me perdones

Te quiero más que a mí, cómo te voy a herir

Mientras tú me sigas necesitando

Mis oídos no escucharan más que tu voz.

Pe de la Erre en karaoke a Colombia, su amada, en ritmo de balada setentera

Hace unos días logré captar la atención de mi antiguo compañero de luchas y conseguí que se dejara ver por unos minutos. Le escribí por el Whatsapp: “Tavo, necesito hablar contigo, pero no por aquí. Veámonos, por favor”. A los treinta segundos respondió: “Imposible. Estoy llegando de Puerto Rellena, perdón de Puerto Resistencia y voy para Tierraalta. Está jodida la cosa. Me quieren matar. Están recogiendo plata”. “Por eso mismo, saca unos minutos y te le vuelas a los escoltas. Estoy aquí cerquita, en La Puerta Falsa. Te espero”.

Efectivamente, el hombre llegó a los diez minutos, enfundado en una chaqueta rompevientos y una conspicua gorra negra de la Armada con la visera muy bajita sobre su rostro para evitar cualquier posible reconocimiento. Nos ubicamos en el segundo piso, en la última mesa del lugar, a la sombra de las sombras del lugar que estaba lleno de turistas extranjeros atraídos por las promesas de conocer el restaurante más antiguo del país. “¿Qué te tomas?” pregunté tras fundirnos en un estrecho abrazo. Hacía meses no lo veía en persona y bajo el abrazo lo sentí más flaco, los huesos le crujieron, tenía la mi- rada cansada y vagarosa. Está durmiendo mal, pensé. “Una aguapanelita con queso, no más; es que allá en Palacio me la niegan”. “¿No te dan gusto con tus antojitos?” “Nada, Karlmarx, el funcionariado de la Casa de Nariño es de carrera y está allí hace años; son todos uribistas así que nunca me dan gusto ni en lo más sencillo que pido, con tal de amargarme el rato.”

La dependiente que nos atendió no tardó en traer- nos un chocolate muy caliente para mí y la aguapanela del anónimo pero ilustre visitante. Ya en la intimidad de las sombras, pregunté: “Tavo, ¿qué es esa joda que acabas de proponer en Puerto Resistencia?”. “¿Viste el trino?”. “Claro, ¿por qué crees que te estoy citando?”. “Estoy desesperado, hombre, ya no sé qué más hacer”. Guardé silencio y dejé tiempo para que tomara aire y pudiera soltar el embuchado que traía. Sorbió la aguapanela a pesar de que estaba aún humeante y le pegó un mordisco con ganas, como si tuviera en la mano al traqueto de Iván Mordisco, a la porción de queso campesino que acompañaba la aguapanela y finalmente intentó explicarse: “Si me van a seguir bloqueando todo lo que necesito sacar adelante para cambiar este país, pues van a ver, ahora sí, de lo que soy capaz”. “¿Y no se te fue la mano? Se te salió el autoritario que tienes agazapado bajo esa gorra. Es que los amenazaste con el diablo, y a ese sí que le tienen miedo”. “Claro, se ca…en del susto de sólo imaginar una Constituyente. Ya viste que no han pasado cuatro horas de que llegara yo de Cali y ya las redes están reventadas con reacciones. Están espantados”. “Y eso es lo que querías, claro. Ya te entiendo. Así que es más una jugada política, una carambola a tres bandas”. “Sí y no.

Yo lanzo la idea y miro cuál es la reacción, la de ellos, pero también la del pueblo amigo. Yo sé de la fidelidad de Colombia Humana y de la disciplina de partido que hay. Lo que diga el Caudillo se cumple a rajatabla. Así que entre una cosa y la otra, quién quita que cuaje la idea y logre voltear al país profundo contra esta oligarquía de mier…coles se me hace tarde y tengo que salir para Tierraalta. Ya me apuro esta agua panelita y salgo.”“Estas hablando como Gaitán, fustigando a la oligarquía cada dos frases. Quédate unos minutos más, que no es fácil concertar estos encuentros contigo. Igual ya tienes acostumbrados a todos que llegas tarde a cualquier cita”. “Pero, eso es lo que quiero evitar, que me estén criticando por cualquier pendejada, hasta porque les incumplo las citas que yo mismo les pongo. Como si no fuera el presidente y no me pueda dar esos permisitos”.

“Pero, finalmente, qué crees, ¿va o no va la Constituyente? Sabes que te la hunde el Name ese y su gen- te en dos minutos. Si no has logrado salvar la reforma a la Salud, mucho menos vas a sacar a flote una catedral sumergida como es la idea de convocar al constituyente primario. “Tú sabes, Karlmarx, que el pueblo siempre es soberano. Eso lo aprendimos en nuestros tiempos de lucha. ¿O lo olvidaste?”. “No. No lo he olvidado. Pero ahora te volviste demócrata, dejaste las armas y ya te está sabiendo a cacho haberlo hecho, pero insistes cada dos minutos que eres demócrata. Y al mismo tiempo revuelves el avispero. Ya están diciendo que te quieres volver un Maduro”. “No estoy maduro para eso, pero si me siguen jodiendo la vida…”. Miró su smart watch y se levantó como un resorte. “Gracias por la invitación, amigo, Me siento mejor. ¿Tú pagas?” “Puedes ir en paz, Tavo”. Y me quedé para terminar con calma el chocolate que aún estaba caliente.

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=180&search=suscri

Información adicional

Autor/a: Karlmarx Otálora
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Le Monde diplomatique, edición Colombia, abril 2024
El Diplo We would like to show you notifications for the latest news and updates.
Dismiss
Allow Notifications