Guerras de religión

Francia acaba de vivir un momento de locura mediática y política. Todos los ingredientes están en su lugar para que experimente pronto otros más: desmesura de los comentarios suscitados por una caricatura de prensa; Twitter como herramienta ideal para reaccionar antes de reflexionar y provocar un incendio; combustible perfecto de temas ligados a la religión para que el fuego se propague; demagogia de un político desacreditado, ex primer ministro por añadidura, que cuenta con que un bosque calcinado va a favorecer su resurrección. Y como frutilla del postre, una regla ya probada: todos los temas, hasta el del acoso sexual de las mujeres estadounidenses, desembocan con mayor o menor rapidez en la cuestión de los musulmanes en la República.

Esta gran perturbación no tiene nada de nuevo. El 4 de octubre de 1989, un mes antes de la caída del Muro de Berlín, el islam se instalaba como tema recurrente de enfrentamiento público con el “caso de los pañuelos de Creil”. Incesantes y dopadas por la multiplicación de las emisiones de televisión privadas ávidas de clientes, las polémicas de este tipo, por lo demás, podían ser asociadas a la expansión global, bien real, de un islam político conservador entonces poderosamente asistido por Estados Unidos y Arabia Saudita, a tal punto que, durante todo el período del combate contra los soviéticos en Afganistán (1979-1989), la prensa occidental y sus intelectuales mediáticos celebraron la yihad. Y evocaron la relegación religiosa de los afganos como un exotismo cultural casi encantador (1).

Desmesuras

El pugilato que opone a Edwy Plenel y Riss, dos directores de publicación cuyas posiciones coinciden en muchos temas y que, por ejemplo, favorecieron la elección del actual Presidente de la República, oculta ese contexto general sin reemplazarlo por nada esclarecedor. Aprovechando la impulsividad egocéntrica del primero, a tal punto ofendido por una caricatura (injusta) que dedujo de ésta una “guerra a los musulmanes” y comparó su propia tragedia con la de los resistentes famosos perseguidos por los nazis, el segundo lo acusó de haber perpetrado un “llamado al asesinato” que “absuelve desde ahora a los que nos matarán mañana” (2). Admisible por parte de un periodista del que muchos de sus compañeros fueron asesinados ante sus ojos dos años antes, esa última desmesura –la expresión “guerra a los musulmanes” de Plenel, a todas luces, tenía valor de metáfora– fue justificada y retomada de inmediato por una gran cantidad de editorialistas que, por su parte, no tenían ninguna tragedia personal como excusa. Hasta hubo un presidente de una asociación antirracista que le confió a Le Figaro, a manera de reproche al director de Mediapart: “Cuando no queda ningún niño judío en las escuelas públicas de Seine-Saint-Denis, es consecuencia del izquierdismo islámico”… (3)

En Francia, las guerras de religión no siempre permanecieron en el estado de metáfora. Una prensa ya desacreditada en gran medida ¿no tendría algo mejor que hacer que preparar la próxima? 

 

1. Véase Denis Souchon, “Quand les djihadistes étaient nos amis”, Le Monde diplomatique, París, febrero de 2016.
2. Riss, “Jamais”, Charlie Hebdo, París, 15-11-17.
3. Mario Stasi, presidente de la Liga Internacional Contra el Racismo y el Antisemitismo (LICRA), “Edwy Plenel a tort sur toute la ligne”, Le Figaro, París, 16-11-17.

*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Víctor Goldstein

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