Perspectivas climáticas y políticas hacia la COP30

Si hay una situación en la que estamos de acuerdo, independientemente de tendencias políticas o religiosas, es que el mundo ya no es como solía ser. Mucho menos si nos referimos al clima. Regiones que presentaban estaciones cálidas están cada vez más calientes y en las lluviosas apreciamos el avance de la aridez y la sequía. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) insiste, con denuedo, en sus informes anuales que los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático están modificando las condiciones de vida de millones de seres humanos y otras especies. Caminamos hacia un mundo con serias limitaciones y dificultades para responder a los desafíos de alimentación, agua, electricidad, seguridad y desplazamientos humanos, sin dejar de considerar la destrucción acelerada de la biodiversidad. 

La celebración de la pasada COP16 de Biodiversidad en Cali, Colombia, fue un importante hito para colocar en agenda la relevancia de conectar estos temas. El cambio climático está impactando ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce, todos ellos fundamentales para el sostenimiento de la vida en nuestro planeta. Otras actividades humanas relacionadas con el uso del suelo, las actividades extractivas y la deforestación están transformando importantes ecosistemas como la selva amazónica, la selva maya, los manglares o los glaciares andinos. El aumento de temperatura y acidificación de los océanos, además de generar pérdidas irreversibles en ecosistemas marinos y costeros, tiene consecuencias importantes relacionadas con el desplazamiento de millones de seres humanos de sus hogares. Naciones Unidas se refiere a esta interconexión como parte de una triple crisis planetaria que envuelve el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el avance de la contaminación.

Para Oxfam esta interconexión no se produce en abstracto, es el resultado de políticas y decisiones que se han tomado, dejado de implementar o simplemente que no se han querido abordar. Un enfoque basado en la justicia climática nos permite entender parte del problema como un complejo desequilibrio de poder a nivel global. Cuando hablamos del cambio climático necesitamos partir de criterios relevantes que normalmente no se tienen en cuenta en las negociaciones internacionales; existen responsabilidades que no son solo morales, son un asunto de justicia y respeto por los derechos, humanos y de la naturaleza. 

En esa perspectiva no es posible pasar por alto que una minúscula proporción de seres humanos está usufructuando de los recursos planetarios de forma desmedida y con una voracidad brutal. Se trata de una élite económica y vinculada al poder político global, que desarrolla negocios y un estilo de vida que pone en riesgo todo el planeta. Encarar la situación del cambio climático pasa necesariamente por denunciar y enfrentar la amenaza que significa esta élite y el actual sistema capitalista, basado en la explotación y depredación de los recursos y las riquezas producidas por la naturaleza y millones de trabajadores/as a nivel global. 

Regiones como África y América Latina han sido sometidas por décadas a un sistema económico que pretende justificar el despojo de los cuerpos y los territorios. El racismo se ha convertido en este contexto en un vector de importancia fundamental para comprender el impacto diferenciado del cambio climático, producto de estos desequilibrios de poder. Naciones y comunidades enteras de pueblos indígenas y afrodescendientes son sometidas a una constante violación de sus territorios y sus derechos humanos. Una situación similar a la denunciada en relación con las mujeres y niñas. Sabemos que este sistema es además racista, colonial y patriarcal. 

Es una realidad que nos invita a una urgente y necesaria transformación, imposible de efectuar sobre la base de los mismos principios que han conducido hasta la actual crisis civilizatoria. Nos preparamos para celebrar la COP30 en Belém do Pará, Brasil. Será un espacio de amplia participación de la sociedad civil; vuelve a celebrarse en un país formalmente democrático lo que representa a todas luces, una oportunidad relevante para hacer escuchar las voces y propuestas que están caminando toda la región y el planeta y que claman por el cuidado cierto y efectivo de “nuestra casa común”.

Pero también sabemos que esta nueva cumbre se presenta en un momento crítico: corren vientos de guerra, alentados por el barbarismo de las acciones militares en Ucrania y en Gaza. Como no darnos cuenta de las conexiones evidentes entre el avance del militarismo y el esfuerzo de una transición global de corte corporativa que busca el control de sectores y recursos estratégicos en las áreas de energía, transporte y alimentación. 

Este dossier, preparado por colegas de Oxfam trabajando en distintos países de América Latina, busca dar cuenta de los múltiples desafíos que enfrentamos en medio de este caos planetario. Su abordaje es climático y por lo tanto político. Sabedores/as de que el camino hasta la COP30 está lleno de dificultades, insistimos en el poder de la diversidad y en la importancia de juntarnos para defender y celebrar la vida. No dejamos de considerar los retos y desafíos, pero ya tenemos experiencia suficiente para repetir con el poeta: “Todo se transforma. Recomenzar es posible incluso en el último suspiro”. (Bertold Brecht).

*Coordinador Regional de Justicia Climática para la Plataforma de Oxfam en América Latina. Colaborador de Le Monde diplomatique, Edición Colombia.

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Información adicional

Presentación
Autor/a: Carlos G. Aguilar*
País:
Región: América Latina
Fuente: Periódico Le Monde diplomatique, edición Colombia Nº255, junio 2025
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